miércoles, 7 de noviembre de 2007

Es el petróleo.

Todo el mundo está escandalizado estos días por la subida tan elevada de la inflación, lo cual indica el desconocimiento y la mala memoria de la mayoría de los media. Cualquiera que recuerde que el pasado año el petróleo tuvo una fuerte bajada de precios tras el verano, llegando a situarse en los sesenta y tantos dólares por barril después de haber superado los 75 $, y compare con los estratosféricos precios de estos días, tendrá a su alcance la respuesta al salto de 0,9% que el IPC armonizado ha tenido en octubre, llegando al 3,6%.

Nuestro diferencial con la media europea ha vuelto a incrementarse, llegando otra vez al punto redondo. Seguimos perdiendo competitividad en la Unión a pasos agigantados.

Sin embargo, no parece que a nadie con responsabilidad en estas lides le preocupe en exceso todo esto. ZP hoy en el Congreso ha vuelto a tirar balones fuera y a cantar las alabanzas de la economía nacional y el PP ha vuelto a interpretar la situación de forma demagógica, sin dar una idea ni aportar soluciones.

El petróleo hoy ha rozado los 98 usd, casi en la mítica frontera de los 100 dólares. En los oscuros tiempos de la estanflación, en los heroicos primeros ochentas, el precio del barril, a precios de hoy, alcanzó los 110 dólares, y no quiero recordar en que tasas de paro, poder adquisitivo y crecimiento nos encontrábamos.

Hoy en día, a pesar de que hasta el momento estamos absorbiendo subida tras subida sin rechistar, es posible que llegue el momento (si no ha llegado ya, como muestra el IPC) en que los costes no tengan más remedio que repercutir las subidas en los precios finales, por lo que esto no habría hecho más que empezar. Si el sentimiento general acoge la idea de que los precios se han desbocado, las demandas de subidas de salarios y pensiones estarán a la orden del día, realimentando el proceso de subida de precios. Y la inflación no se controla (leer mi anterior post) los halcones del BCE retomarán la subida de tipos, con el efecto ya conocido sobre el crédito y el consumo.

Los españoles no podemos controlar la política de cambio para fortalecer nuestras exportaciones en caso de reducción de la demanda interna, no podemos ajustar los tipos de interés a nuestras necesidades, sea para incentivar el crédito o para moderarlo, pues el BCE se va a fijar, como siempre, en Alemania y, si Sarkoman sigue poniéndose pesado, en Francia.

Y, para colmo, tenemos una dependencia externa del 90% de nuestro consumo energético, de unos combustibles, petróleo y gas, que es el verdadero oro de nuestros días, la sangre de nuestra civilización, por la que Chinos e Indios luchan a brazo partido, sin importarles su precio, para asegurar sus crecimientos de dos dígitos, en directa competencia con un occidente que, cada vez más claramente, está dormido en sus cómodos y decadentes laureles.

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